Ecología

Día Mundial del Consumo Responsable

Producción y consumo son dos fuerzas recíprocas y complementarias que impulsan la economía mundial. La primera se basa en la extracción de recursos naturales y transformación de materias primas en productos de mayor complejidad, cuyas extensas cadenas de procesamiento y distribución impactan significativamente en el ambiente y las comunidades. La segunda es resultado de la comercialización y adquisición de bienes y servicios, cuya presión se intensifica con la expansión demográfica y unos mayores estándares de vida y consumo.

El progreso económico de las últimas décadas está asociado a estos procesos, y se ha visto acompañado de una degradación ambiental que pone en juego la base de recursos y, por consiguiente, la seguridad en el abastecimiento de alimentos y energía, fundamentalmente para los grupos más vulnerables. Como resultado, la estructura productiva propia del modelo económico vigente resulta insostenible a mediano y largo plazo.

En este sentido, y con el objetivo de invitar a la población mundial a reflexionar sobre los hábitos de consumo y sus implicancias a nivel ambiental y climático, cada 15 de Marzo se celebra el Día Mundial del Consumo Responsable. Esta fecha ha ganado difusión y reconocimiento ya que busca concientizar sobre los actuales patrones de demanda de bienes marcados por el consumismo, y las relaciones de causalidad entre estos y los procesos de alteración ambiental y social: agotamiento de recursos, contaminación y degradación de ecosistemas, pérdida de biodiversidad, agravamiento del cambio climático global, empobrecimiento y dependencia económica.

A su vez, es importante destacar que la globalización de la economía implica que el uso y consumo de productos está desacoplado del lugar de origen de materias primas o de producción de bienes. Esto significa que los materiales sean extraídos de un sitio, procesados en otro, el producto final se elabora en un tercer país y, finalmente, el acto de consumo tiene lugar en otro punto muy distante. Cabe también aclarar que, el grueso de consumidores finales suele localizarse en países con mayores ingresos, donde no se perciben los impactos ambientales producto de la actividad extractiva de recursos o los problemas que devienen del procesamiento industrial de las mismas.

Por otro lado, los países en desarrollo presentan economías basadas en actividades primarias, como la minería, la agricultura y la silvicultura; o industrias secundarias, como el procesamiento y la manufactura, que presentan una mayor carga sobre los ecosistemas que proveen estos recursos naturales y también sobre las poblaciones humanas. El reconocimiento y análisis de cada una de estas etapas resulta imprescindible para reducir los impactos socioambientales generados a lo largo de la cadena de valor de una multiplicidad de bienes y servicios que son ofrecidos para el consumo en todo el mundo.

Actualmente, y a pesar de las repetidas advertencias, se consumen más recursos de los que el planeta puede generar, y las crecientes tasas de contaminación y desperdicio solo exacerban el problema. La humanidad se enfrenta entonces a una disyuntiva: vivimos con necesidades ilimitadas en un planeta que posee una capacidad limitada para satisfacerlas. Esto nos impulsa a un cambio de sentido, que parte del reconocimiento y respeto del equilibrio de la naturaleza y promueve una transformación de los sistemas de producción, distribución y consumo apoyado en nuevos hábitos individuales y comunitarios.

En este marco, el concepto de Consumo Responsable, se plantea como una alternativa que promueve hábitos de vida sostenibles, priorizando el bienestar humano y la capacidad de todas las personas para prosperar a partir de sistemas de producción eficientes en el uso de recursos, con tecnologías bajas en carbono y no contaminantes. En términos globales, se busca desvincular el crecimiento económico del deterioro ambiental asociado, acompañando el proceso por una búsqueda de mayor eficiencia en la manera en que individuos, familias y organizaciones adquieren y consumen productos, servicios y experiencias.

En líneas generales, la práctica del Consumo Responsable se opone al estilo consumista, acumulativo, el consumo rápido y desmedido. Dentro de sus principales características se menciona la elección de productos y servicios en función de las variables calidad, precio, impacto ambiental y social, considerando no solo el acto de compra si no también la planificación de las mismas y la selección de empresas o proveedores. Su aplicabilidad alcanza a una diversidad de actividades humanas, entre las que se destacan: el suministro de agua y la producción de alimentos, la generación y el uso de la energía, la producción y diseño de materiales y productos, los criterios de planificación y métodos de trabajo, los sistemas constructivos, medios de transporte y comunicación.

En relación a la Agenda 2030 de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible, se destaca el Objetivo de Desarrollo Sostenible 12, que propone “garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles”, siendo este uno de los propósitos transversales a la agenda ya que presenta más interacciones con el conjunto. A su vez, el consumo y la producción sostenible son iniciativas que pueden contribuir sustancialmente al alivio del hambre y la pobreza, reduciendo el desperdicio de alimentos y generando economías más verdes e inclusivas.

Entre las metas específicas que se planea alcanzar al 2030 en el marco del ODS 12 se destacan:

Implementación de programas sobre consumo y producción sostenibles, en todos los países pero con especial atención en aquellos desarrollados y teniendo en cuenta las capacidades de los países en desarrollo.

Reducción del desperdicio mundial de alimentos, también a lo largo de las cadenas de consumo.

Reducción sustancial de residuos a través de la prevención y estímulo a la reducción, reciclaje y reutilización.

Desarrollo de prácticas de contratación pública sostenibles, de acuerdo con las políticas y prioridades nacionales.

Acceso a información para reconocer e implementar estilos de vida en armonía con la naturaleza.

Asistencia a países en desarrollo para fortalecer su capacidad científica y tecnológica y avanzar hacia patrones de consumo y producción más sostenibles.

Desarrollo e implementación de herramientas para un turismo sostenible que cree empleos y promueva la cultura y productos locales.

Replanteo de subsidios e impuestos a los combustibles fósiles que fomentan el consumo y derroche, eliminando las distorsiones del mercado y minimizando los posibles impactos adversos en términos socioambientales.

Fuente consultada: ramcc