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Huertas escolares, una tendencia ecológica

Hace 26 años que se lleva a cabo el programa nacional Prohuerta, el cual asiste a 8.628 espacios productivos en escuelas de nivel inicial, primario y secundario. El objetivo principal es el de otorgar una educación alimentaria y nutricional, cuidar al medio ambiente, rescatar especies locales y producir alimentos.

Este programa trabaja junto a docentes, niños y jóvenes para producir hortalizas frescas con una mirada sustentable y permite otorgarle alimentos frescos a 1.126.564 menores.

Laura Tanzariello, referente del Prohuerta en Capital Federal, destacó que “a través de este trabajo conjunto, los niños, jugando y aprendiendo, incorporan habilidades para producir sus alimentos desde temprana edad, se forman en conductas responsables y estimulan la capacidad para dominar su soberanía y seguridad alimentaria”.

En ese sentido, ponderó el vínculo con los establecimientos educativos y estimó que, durante la campaña otoño/invierno 2015, Prohuerta se articuló con 120 escuelas públicas –iniciales y primarias–, que representaron el beneficio de más de 15 mil chicos. Por su parte, “en los terciarios, se forma en huertas para que los futuros docentes funcionen como agentes multiplicadores de esta actividad”, ejemplificó Tanzariello.

De igual modo, valoró que, desde 2008, el programa apoya la iniciativa “Escuelas Verdes”, impulsada por el Ministerio de Educación del Gobierno de la Ciudad. En este caso, el objetivo es “desarrollar recursos pedagógicos para docentes y alumnos, teniendo en cuenta su vinculación con el diseño curricular vigente”, apuntó la técnica.

Por su parte, Alegra Márquez Medina, del equipo del proyecto Escuelas Verdes, explicó que la producción hortícola tiene como fin llevar a cabo “un trabajo de sensibilización con la tierra” y mejorar, sobre todo, “la inclusión de chicos con discapacidad de distinta índole”. De esta manera, comentó que para los niños con discapacidad motora que no pueden trabajar inclinados en el suelo, se realizan cultivos en mesas, macetas, canaletas y cajones.

En cuanto a los logros, “los primeros están relacionados con el disfrute del trabajo, el crecimiento de la planta y la cosecha de los frutos”, apuntó la referente, y agregó: “Enseguida podemos observar cómo chicos, que nunca habían probado las verduras, cambian sus hábitos de alimentación y empiezan a incorporarlas a la dieta”.

Asimismo, la huerta en la escuela se convierte en un vehículo para trasladarla a los hogares, más aún aquellos situados en zonas muy urbanas. “Las familias se asombran de la posibilidad de generar alimentos en sus casas, entonces se acercan a las escuelas, consultan y nosotros generamos el vínculo con Prohuerta”, señaló Márquez Medina.

Fuente: Info Campo