Día Mundial del Ambiente – El Cerebro para el Ambiente y el Ambiente para el Cerebro -Parte 1
A través de los millones de años que llevamos evolucionando como especie nos fuimos adaptando al ambiente y mejorando nuestra condición. Nuestro cerebro fue desarrollándose de tal modo que nos erigimos en la especie dominante, luego de controlar la rudeza del ambiente lo pusimos bajo nuestro pies, así a partir de la revolución industrial comenzamos a hacer uso indiscriminado de él. Hoy el boomerang está apunto de golpearnos pero los humanos tenemos el cerebro para entender y corregir, probamos y erramos y a partir de aquí el inevitable trayecto será el de vivir sustentablemente o no sobrevivir. La respuesta está en como nuestro cerebro lo internalice.
La fisiología de nuestro cerebro está en apuros, desconcertada, intentando entender que es lo que está pasando que sigue ahí funcionando y que nada lo apaga. Los entre tres o cuatro millones de años que lleva de evolución, dependiendo desde donde partamos, aprendiendo, adaptándose, cambiando, lo debe tener confundido. A partir de la revolución industrial y los inmensos avances que a la humanidad nos trajo, la población pasó de una esperanza de vida de 28 a 72 años y 80 en los países más desarrollados y la neuroplasticidad, que es la adaptación de nuestro cerebro por medio de la sinapsis que hacen que se generen nuevas conexiones y reconexiones electroneuronales no tienen mucho tiempo de capitalizarse. Los avances van más rápido de lo que podemos asimilarlos y esto produce estrés confusional que impacta directamente en nuestras conductas y el devenir de nuestras vidas.
Pero con nuestra relación con el ambiente pasa algo aún más complejo, durante todos esos tres o cuatro millones de años, si bien hicimos bastante para lograr nuestro confort, alejándonos lo máximo posible de la agresividad del ambiente, ya que físicamente lográbamos adaptaciones muy magras comparadas con otros animales, como podría ser la vestimenta que protegiera nuestra vulnerable piel, que si bien es la que impide el paso de bacterias y otros agentes, poco puede hacer contra las inclemencias del tiempo.
Los demás animales, en cambio, con sus cueros y pelajes desarrollados según sea el entorno, han logrado adaptarse mucho más exitosamente a las hostiles agresiones del clima. También en los primeros miles de años de evolución hemos logrado algunos rudimentarios avances en el hábitat y el bienestar, cuevas y precarios cobertores, así como simples pieles producto de una incipiente asociación para la caza, aunque no muy distinta a la de otras especies, nos han dado algunas chances más de supervivencia.
Pero en nuestra carrera por la subsistencia veníamos perdiendo por goleada frente a nuestros competidores de la especie animal, que sin duda con sus exitosas adaptaciones al medio, tanto con el clima, la forma de procurar alimentos y protegerse de los predadores y hasta las enfermedades, al estar debajo de los árboles nos estábamos poniendo posiblemente directo en la recta de la extinción frente a las garras, mandíbulas y articulaciones de nuestros predadores, hasta que algo inesperado pasó. Cuando todo podría haber estado perdido tuvimos un último y agónico recurso, un as de espadas que encima se transformó en una bala de plata que no sólo acabara con las amenazas de extinción sino que además volcara la balanza decididamente a nuestro favor: el cerebro.
¿Por qué nosotros pudimos y los otros no? Es un misterio de la evolución, de la biología, tal vez haya sido por eso mismo, por la imposibilidad de una adaptación fisiológica segura y entonces nuestra naturaleza agudizó algunos caminos alternativos y así encontró éste, tal vez el más difícil, porque hubiera sido más fácil desarrollar un cuero duro, piezas dentarias, músculos y extremidades más eficientes, pero él fue más efectivo, el más exitoso, el que nos llevó a lo que hoy somos, la especie absolutamente dominante.
El proceso de evolución le permitió al cerebro humano un aumento y una reorganización completa de circuitos específicos que derivaron en las capacidades cognitivas actuales y en curso. Así hoy llegamos a este punto del proceso a casi trescientos años de la primera revolución industrial, apenas un suspiro de tiempo en el vasto camino de los cuatro millones de años que llevamos creciendo. Hoy, en plena cuarta y de cara a la quinta revolución industrial, habiendo pasado en tan solo un manojo de años donde lo posible era producto del límite del músculo o cuanto mucho un puñado de principio de la física a un presente donde nuestra fuerza es prácticamente inútil, en cambio el cerebro y la mente se han convertido en los reyes, los grandes protagonistas y allí es donde ninguna otra especie puede siquiera ensayar una contienda.
De todas formas no es fácil biológicamente hablando que en el 0,01% de nuestro proceso evolutivo hayamos pasado de la fuerza al dominio de todo por medio de la capacidad de la mente. Así, estamos afrontando el desafío, aunque con ciertos claroscuros, los vamos sorteando sin grandes conflictos por lo visto ya que los resultados de adaptación son aceptables.
CEMA, desde hace 27 años, persigue fervientemente el objetivo de concientizar sobre la importancia del cuidado, preservación y conservación del medio ambiente, promoviendo las buenas prácticas ambientales y el uso inteligente y eficiente de los recursos, de la innovación y tecnología en pos del ambiente y la comunidad.
Por el Lic. Gabriel Valerga
Presidente Cámara Empresaria de Medio Ambiente (CEMA)